
¿Por qué algunos logran grandes cosas mientras otros se quedan en el camino?
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La disciplina es absolutamente necesaria para todo. ¿Por qué algunos logran grandes cosas mientras otros se quedan en el camino?
La respuesta no es la motivación, sino la disciplina. Tener la capacidad de hacer lo correcto, lo que nos nutre, lo que nos hace crecer y evolucionar, lo es todo. No se trata solo de los buenos hábitos o de hacer ejercicio; claro, esos son ejemplos increíbles, pero la disciplina también es esencial para la constancia en cualquier tipo de práctica: meditar, aprender, mejorar, intentarlo de nuevo, identificar nuestros detonadores, controlarnos, y hablarnos de manera positiva. La disciplina es un músculo que crece cada vez que eliges hacer lo correcto en lugar de lo placentero.
Crear disciplina no es fácil, especialmente si nunca se ha cultivado antes, pero es demasiado importante. La disciplina se compone de dos partes importantes: una parte física, que se puede entender a través de la neurociencia, y una parte emocional que la refuerza.
La motivación representa la parte emocional de la disciplina. Es importante destacar por qué la disciplina y la motivación no son lo mismo. Esta diferencia es crucial porque, aunque la motivación puede inspirarnos momentáneamente, la disciplina es lo que realmente nos lleva al éxito sostenido.
La motivación es pasajera, una emoción positiva que nos indica que vamos por buen camino, pero no es algo constante. Es un sentimiento que va y viene. La disciplina, en cambio, es una forma de ser, una manera de tomar decisiones que surge de una claridad profunda sobre quién eres, a dónde vas y por qué. Viene de un lugar de propósito. Quiero resaltar que, a veces, el propósito no es tan romántico como lo imaginamos; puede surgir de experiencias o traumas pasados, pero eso es tema para otro momento.
Tener claridad sobre por qué haces algo te ayuda a generar disciplina. Esta conciencia te permite actuar movido por algo más grande que tu yo actual o tu situación presente. Este camino no siempre es fácil y requiere mucha autorreflexión y hacerse preguntas importantes como: ¿Quién soy? ¿Por qué soy así? ¿Qué me motiva? ¿Cuáles son mis no negociables? ¿Cuáles son mis valores? ¿Qué tipo de vida quiero tener? ¿Qué quiero experimentar? ¿Cómo quiero contribuir? ¿Por qué y por quién quiero ser recordado?
Y como lo vemos desde la parte física, aquí te explico:
Cumplir tu palabra y el ciclo de dopamina (aspecto físico): Cuando te comprometes y cumples tus propias promesas u objetivos, el cerebro libera dopamina, un neurotransmisor asociado al placer y la recompensa. Este proceso refuerza los circuitos de recompensa en el cerebro, creando un ciclo virtuoso: cuanto más cumples tus promesas, más dopamina se libera, lo que aumenta la motivación y la autoconfianza, fomentando la creación de hábitos positivos.
Desarrollo del hipocampo y la fuerza de voluntad (aspecto físico) Realizar tareas que inicialmente no deseas o que requieren esfuerzo mental ayuda a fortalecer el hipocampo, una parte del cerebro involucrada en la memoria y la regulación de emociones. Este autocontrol contribuye al crecimiento del hipocampo y mejora la capacidad de gestionar la fuerza de voluntad, lo que facilita enfrentar los desafíos y mantener la disciplina a largo plazo.
Ahora, imagina que a este proceso le sumas un sentido de propósito. Cuando haces esto, el impacto se intensifica. Cumplir tus promesas y lograr objetivos no solo libera dopamina y refuerza el ciclo de motivación, sino que también, al agregar propósito y emoción, activas más profundamente el sistema de recompensas del cerebro.
La amígdala y el sistema límbico procesan la importancia emocional y envían señales al hipocampo, consolidando hábitos y mejorando la neuroplasticidad. Esto no solo aumenta la motivación y la persistencia, sino que también facilita la construcción de nuevas conexiones neuronales, alineando tus acciones con objetivos significativos y potenciando tu fuerza de voluntad y resiliencia a largo plazo.
Existen métodos para acelerar este proceso, como la repetición consciente de acciones, el establecimiento de rutinas claras y el uso de anclajes emocionales positivos. Sabes que está funcionando cuando un día te despiertas y te das cuenta de que lo que antes no era familiar, ahora es parte de ti.
Piensa en el ejercicio: llega un punto en el que si no haces ejercicio, te sientes mal, casi incompleto. Aunque sientas pereza, tu mente está conectada con la idea de que eres alguien que hace ejercicio. Recuerdas cómo te sientes después y estás programado para ir. Cuando logras esto, no solo has aplicado disciplina, sino que has creado un nuevo camino neuronal que refuerza tu identidad.
El otro lado de la moneda: la lucha contra la frustración
Pero también existe el otro lado de la moneda. Muchas veces intentamos algo, fallamos y no sabemos manejar la frustración (algo que, si no se aprende de niño, requiere mucha conciencia de adulto). Entonces decimos: "No puedo, no me gusta, eso no es lo mío". Es válido llegar a esa conclusión, pero no después de solo uno o dos intentos. Entiende que, tras intentar un par de veces y decir que no te gusta, es tu cerebro protegiéndote, no una muestra real de tu gusto o capacidad. Necesitas más tiempo para decidir que algo no es para ti.
Muchos de nosotros compramos esta idea y la hacemos real. Frases como 'no soy bueno en esto', 'no tengo talento para eso' o 'simplemente no es lo mío' se repiten hasta que se convierten en verdades para nosotros. La repetimos y, de repente, se convierte en parte de nuestra identidad; y aquí empiezan las complicaciones.
Tú eres capaz de hacer lo que desees. La disciplina no es solo una herramienta, es la base sobre la que construyes tu mejor versión. Recuerda, las barreras que encuentras en el camino pueden ser desafiantes, pero es en esos momentos donde se forjan los mejores logros.
Aquellos que perseveraron, desde grandes comunicadores que superaron la tartamudez hasta líderes que desafiaron las expectativas, son ejemplos vivos de que la disciplina transforma potencial en realidad. Claro, hay dones y características que harán que algunas cosas sean más fáciles que otras o que algunas las disfrutes más, pero nunca sabes. Los mejores comunicadores que conozco solían tartamudear; algunos dueños de empresas exitosísimas fueron llamados tontos en su momento; y algunos de los atletas más extraordinarios alguna vez fueron excluidos de los equipos.
En todo caso, tener la capacidad de hacer y, de alguna forma, disfrutar del reto de hacer algo que no quieres tiene un regalo enorme al otro lado: la fuerza de voluntad.